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¿Cómo los videojuegos actuales influyen en el cerebro infantil?. Evidencias desde la neurociencia

En los últimos años, los videojuegos han pasado a ser una de las formas más recurrentes de entretenimiento para niños y adolescentes. Juegos como Fornite, Call of Duty o Roblox están presentes en el día a día de muchos hogares y han transformado la forma en la que los niños socializan, se divierten y aprenden. Esto, ha generado un gran interés en la neurociencia y en la psicología, que busca entender cómo este tipo de estimulación afecta en el desarrollo del cerebro, ya sea de niños con un desarrollo normo típico o de aquellos con trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH.

El cerebro ante la estimulación del videojuego.

Los videojuegos actuales estimulan enormemente los sistemas cerebrales relacionados con la atención, la motivación y las recompensas desde un punto de vista neuropsicológico. Cuando el niño o adolescente gana un reto dentro del juego, recibe un refuerzo auditivo o visual que libera dopamina, el neurotransmisor vinculado al aprendizaje y al placer. Esa liberación no es negativa; es parte del funcionamiento normal del cerebro. El problema está cuando el sistema se acostumbra a recibir constantemente dichos estímulos y recompensas, entonces el niño necesitará esa intensidad para mantener el interés.

El cerebro aprende a buscar lo que le genera satisfacción y conseguirlo de forma rápida. Es por ello que, algunos niños tienen problemas para concentrarse en tareas que requieren un mayor esfuerzo o paciencia, como leer o estudiar, después de jugar durante horas.

Plasticidad y aprendizaje

Las investigaciones de neuroimagen advierten que el cerebro de los niños no solo reacciona, sino que también se ajusta a la estimulación digital. Artículos del National Institutes of Health muestran que los niños que juegan a videojuegos frecuentemente tienen mayor activación en áreas del lóbulo parietal y prefrontal, zonas fundamentales para la atención y el razonamiento. Esto puede ser importante en la rapidez para procesar información o en la coordinación visomotora a nivel funcional.

No obstante, esas ventajas son restringidas ya que, no existe evidencia de manera contundente que confirme que jugar mejore el desempeño académico o que dichas habilidades se extrapolen a la vida cotidiana. El cerebro se vuele experto en aquello en lo que practica, pero esto no es siempre algo positivo sobre todo en el contexto del juego.

Atención reactiva frente a atención sostenida.

Los videojuegos desarrollan una atención reactiva, que se centra en estímulos rápidos y cambiantes, con refuerzos inmediatos. Esta forma de prestar atención es útil para reaccionar, pero no mejora la atención sostenida, que es la que nos permite mantener el enfoque durante periodos prolongados de tiempo.

Es frecuente, que los niños que utilizan de forma habitual entornos digitales muy dinámicos se aburran rápidamente cuando tienen que realizar actividades que requieren mayor concentración o durante las clases que tengan un ritmo más pausado. Esto no quiere decir que padezcan ningún trastorno, sino que su sistema atencional se ha acostumbrado a otro tipo de estimulación.

Niños con desarrollos típicos.

En los niños sin trastornos del neurodesarrollo, el efecto depende principalmente del equilibrio. Existen consecuencias positivas al jugar a videojuegos durante un tiempo y es el aumento de la flexibilidad cognitiva, la toma de decisiones y, en algunos videojuegos, el desarrollo de la creatividad. Determinados juegos como el Minecraf, promueven la planificación y la exploración; otros, como el Rocket League, fomentan la previsión y coordinación entre sus ojos y las manos.

El problema aparece cuando por jugar, se sustituyen otras actividades. A medida que se estimula más el circuito de recompensa a través de estímulos digitales, resulta más difícil realizar tareas que no generan una gratificación de forma inmediata. Es un proceso similar al de cualquier hábito: el cerebro busca lo que le aporta placer de manera más inmediata y fácil.

Niños con TDAH y sensibilidad al refuerzo inmediato.

El efecto suele ser más fuerte en los niños con TDAH, ya que, sus sistemas de dopamina tienen un funcionamiento no tan eficiente, lo que hace que los estímulos con recompensa inmediata sean muy atractivos. En la práctica, esto se traduce a que los momentos de juego duran más tiempo y es más difícil que el niño pare.

Para estos niños, los videojuegos de acción como Fortnite o Call of Duty resultan muy estimulantes porque presentan retos breves y continuos. La alternancia entre ganar y perder mantiene al cerebro en un estado constante de alerta, generando un patrón de búsqueda de refuerzo. Es habitual que, después de jugar, algunos niños se sientan irritados o tengan mayor dificultad para concentrarse en actividades más lentas.

Es curioso, pero este mismo tipo de estimulación se utiliza hoy en día con fines terapéuticos. Los videojuegos clínicos, como EndeavorRx, que cuentan con la aprobación de la FDA, utilizan entornos interactivos para trabajar el autocontrol y la atención. Los resultados suelen ser buenos, pero los efectos son efímeros si no se combinan con otro tipo de intervenciones.

¿Qué ocurre con Fornite, Call of Duty, Minecraf y Roblox?

Cada videojuego estimula sistemas cerebrales diferentes:

Por ejemplo, Call of Duty y Fortnite necesitan atención dividida y respuestas muy rápidas. Estos juegos estimulan de forma intensa el área motora suplementaria, que se encarga de la coordinación, y el córtex parietal posterior, responsable del procesamiento de estímulos visuales. De la misma forma, el tálamo y la amígdala aumentan su actividad porque el cerebro considera cada partida como una situación de alera. Por eso, después de jugar durante bastante tiempo, algunos niños pueden estar más nerviosos o sobreexcitados.

Minecraft es diferente. En su forma creativa, foemnta las áreas parietales y la corteza prefrontal dorsolateral, que están relacionadas con la organización y la planificación. Es por ello que, puede ser beneficioso para entrenar la memoria de trabajo y la secuenciación. Sin embargo, si se vuelve la única fuente de interés, puede generar en el niño aislamiento o evasión.

Roblox combina la interacción social con la creación. Se activan redes cerebrales vinculadas a la mentalización y la empatía, pero al haber recompensas frecuentes, se mantienen altos niveles de dopamina, lo que dificultad el proceso de desconexión. Es muy frecuente que los niños cuando tienen que parar la partida, se vuelvan ansioso o irritables.

Como conclusión, los juegos de acción rápida fomentan las recompensas instantáneas y la atención reactiva, en tanto que los juegos creativos y exploratorios fortalecen la flexibilidad cognitiva y la planificación. Por tanto, no hay ningún juego que sea «bueno» o «malo» por sí mismo; lo que importa es el tiempo, la edad y el contexto de la partida

Tiempo de uso: cuánto es demasiado.

El tiempo que un niño pasa delante de los videojuegos es una de las cuestiones más importantes. No hay un número concreto de horas que se considere “bueno” para todos, pero la mayoría de las instituciones internacionales, como la Academia Americana de Pediatría, recomiendan no utilizar más de dos horas al día de tiempo libre en actividades digitales, en niños de edades entre los 6 y los 12 años y disminuir este tiempo si se trata de más pequeños.

Cuando el juego dura más allá de este umbral temporal, empiezan a ser evidentes algunos efectos como el trastorno del sueño, problemas para desconectar una vez se ha terminado la partida, un rendimiento académico inferior y, en ocasiones, hasta mal humor o dependencia emocional hacia los videojuegos. Estos efectos no ocurren de la nada; suelen aparecer cuando el tiempo de exposición se extiende habitualmente.

La hiperactivación dopaminérgica se ve reforzada con el exceso de horas a nivel cerebral. El sistema de recompensa permanece «activado» por un periodo demasiado largo, lo que reduce la sensibilidad a otros estímulos más comunes. Por lo tanto, el niño puede sentirse aburrido o indiferente con actividades que antes le resultaban interesantes.

Más allá del tiempo, lo crucial es comprender cómo afecta al menor en términos de funcionalidad. Es probable que el tiempo de juego sea adecuado si el niño tiene un buen sueño, cumple con sus responsabilidades académicas y mantiene relaciones sociales activas. Por otro lado, si los videojuegos sustituyen otras rutinas, es necesario reestablecer un balance y hacer cambios.

El papel de la familia y la supervisión.

La mayoría de los expertos coinciden en que la cuestión principal no está en jugar, sino en cómo se juega y en el tiempo que se emplea. No solo es seguro el uso moderado y supervisado, sino que también ofrece ventajas. Lo realmente importante es evitar que el juego reemplace la actividad física, el contacto social o el descanso.

La supervisión de los adultos es muy importante para niños con TDAH. La prevención de un uso compulsivo puede lograrse limitando el uso de las pantallas antes de dormir, establecer horarios fijos y realizar otras actividades. Son estrategias simples, pero realmente eficaces.

Conclusión.

El cerebro de un niño aprende lo que repite. Si se acostumbra únicamente a la estimulación inmediata, se volverá más veloz, pero perderá paciencia y control. Si mezcla la experiencia digital con el deporte, el descanso, la lectura y el juego libre, logrará un balance sano.

Los videojuegos no van en contra del progreso. Son herramientas potentes que, con un uso adecuado, pueden incluso contribuir a la autorregulación y al aprendizaje. El secreto está en educar a los niños para que no solamente sepan jugar, sino también cuándo parar.